El verano ya está prácticamente finiquitado y en nada toca la
vuelta al cole... Llegando septiembre siempre recuerdo el primer día
de clases del instituto, un día que siempre era especial por eso de
saber con quién te había tocado en clase...
Siempre imploraba al cielo para que a Juani Casanova, conocida
como la 1º+1º por eso de que era fácil en grado sumo, le volviera a
tocar en mi clase. La tía era alérgica a la ropa y más que minifaldas
llevaba cinturones con volantes. Dice el axioma que si eres tía y tu
apellido acaba en -ova, seguramente estés buena, y en su caso se
cumplía con creces. La tía era la principal responsable del
calentamiento global y cuando pillaba a alguno por banda, se pasaba
más tiempo en la cama que los Lunis. No hacía falta llevarla a un
restaurante chino: ella siempre quería rollito. Y hablando de comida,
si efectivamente somos lo que comemos, esa chica era la polla...
Sin embargo, Juani no era el tipo de chica al que yo podía
aspirar. Dentro de mi rango de posibilidades quedaba alguna como Kim Va-Sin-Gel.
Se lavaba menos que de vez en cuando y la tía cerda tenía como filosofía de vida "mejor perder a un amigo que el intestino".
Acaban de desclasificar unos documentos donde queda probado que una vez se tiró un pedo en un charco y levantó polvo...
Kim Va-Sin-Gel era la pareja perfecta del Cararrara. Teniendo la
cara que ese chaval tenía, se debería tener que pagar impuesto de
circulación. En el juego de las 7 diferencias con Brad Pitt el colega
tenía 183. Joder, si hasta una vez hice un trabajo de biología
titulado "La genética también se equivoca" fuertemente inspirado en
él. El tío tenía además el estómago de Hannibal Lecter, era como el
aguarrás, se lo comía todo. Se clavaba entre clase y clase unos
bocatas de los de hacer la digestión sudando, bocatas de tantas
plantas que la legislación vigente le obligaría a instalar ascensor.
Estaba tan gordo, que en clase se sentada al lado de todos sus
compañeros. Era todo carne, pero de cañón, y los tripitidores del
fondo no le dejaban nunca en paz...
Los tripitidores tenían edad como para haber hecho la mili cuatro
veces, pero eran buena gente, no tenían nada suyo: ni la chupa, ni el
dinero, ni el bocata... todo era robado. Eran de carácter inquieto y
más de una vez me pidieron una moneda solamente para partirle la cara.
Era gente a la que le gustaba molestar, de los que entrarían en algún
sitio sólo para preguntar cómo se sale de allí. Se metían sobre todo
con el Cararrara, hasta que un día llegó a clase sintiéndose más
valiente que el que le dijo a los Locomía que volvieran a los
escenarios y se les encaró. Jugaron con él a Míster Potato: le sacaron
de sitio todas las cosas de la cara y se las volvieron a colocar pero
en distinto orden. En el hospital le dijeron que cuando encontraran
todas las piezas, le darían el alta...
Al único al que respetaban los tripitidores era al empollón. Una
regla no escrita decía que él les pasaba los deberes y ellos le
seguirían pegando como a todos, pero haciendo ver que le pegaban en
plan colegueo.
El tío sabía más de lo que cabe en un DVD, era capaz de reconocer a un cojo sentado. Era el tío más espabilado que conozco, joder, ¡si le invitabas a una caña y te enseñaba a pescar!
¡Qué recuerdos! Aunque la verdad es que desde esos tiempos sólo he
hincado codos para abrirme paso en la disco, y los únicos librillos
que he abierto son los de papel de fumar...
vuelta al cole... Llegando septiembre siempre recuerdo el primer día
de clases del instituto, un día que siempre era especial por eso de
saber con quién te había tocado en clase...
Siempre imploraba al cielo para que a Juani Casanova, conocida
como la 1º+1º por eso de que era fácil en grado sumo, le volviera a
tocar en mi clase. La tía era alérgica a la ropa y más que minifaldas
llevaba cinturones con volantes. Dice el axioma que si eres tía y tu
apellido acaba en -ova, seguramente estés buena, y en su caso se
cumplía con creces. La tía era la principal responsable del
calentamiento global y cuando pillaba a alguno por banda, se pasaba
más tiempo en la cama que los Lunis. No hacía falta llevarla a un
restaurante chino: ella siempre quería rollito. Y hablando de comida,
si efectivamente somos lo que comemos, esa chica era la polla...
Sin embargo, Juani no era el tipo de chica al que yo podía
aspirar. Dentro de mi rango de posibilidades quedaba alguna como Kim Va-Sin-Gel.
Se lavaba menos que de vez en cuando y la tía cerda tenía como filosofía de vida "mejor perder a un amigo que el intestino".
Acaban de desclasificar unos documentos donde queda probado que una vez se tiró un pedo en un charco y levantó polvo...
Kim Va-Sin-Gel era la pareja perfecta del Cararrara. Teniendo la
cara que ese chaval tenía, se debería tener que pagar impuesto de
circulación. En el juego de las 7 diferencias con Brad Pitt el colega
tenía 183. Joder, si hasta una vez hice un trabajo de biología
titulado "La genética también se equivoca" fuertemente inspirado en
él. El tío tenía además el estómago de Hannibal Lecter, era como el
aguarrás, se lo comía todo. Se clavaba entre clase y clase unos
bocatas de los de hacer la digestión sudando, bocatas de tantas
plantas que la legislación vigente le obligaría a instalar ascensor.
Estaba tan gordo, que en clase se sentada al lado de todos sus
compañeros. Era todo carne, pero de cañón, y los tripitidores del
fondo no le dejaban nunca en paz...
Los tripitidores tenían edad como para haber hecho la mili cuatro
veces, pero eran buena gente, no tenían nada suyo: ni la chupa, ni el
dinero, ni el bocata... todo era robado. Eran de carácter inquieto y
más de una vez me pidieron una moneda solamente para partirle la cara.
Era gente a la que le gustaba molestar, de los que entrarían en algún
sitio sólo para preguntar cómo se sale de allí. Se metían sobre todo
con el Cararrara, hasta que un día llegó a clase sintiéndose más
valiente que el que le dijo a los Locomía que volvieran a los
escenarios y se les encaró. Jugaron con él a Míster Potato: le sacaron
de sitio todas las cosas de la cara y se las volvieron a colocar pero
en distinto orden. En el hospital le dijeron que cuando encontraran
todas las piezas, le darían el alta...
Al único al que respetaban los tripitidores era al empollón. Una
regla no escrita decía que él les pasaba los deberes y ellos le
seguirían pegando como a todos, pero haciendo ver que le pegaban en
plan colegueo.
El tío sabía más de lo que cabe en un DVD, era capaz de reconocer a un cojo sentado. Era el tío más espabilado que conozco, joder, ¡si le invitabas a una caña y te enseñaba a pescar!
¡Qué recuerdos! Aunque la verdad es que desde esos tiempos sólo he
hincado codos para abrirme paso en la disco, y los únicos librillos
que he abierto son los de papel de fumar...
1 comentario:
va parrafaes...
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